domingo, 13 de enero de 2013

LA CUADRATURA DEL CÍRCULO

(2) LA CUADRATURA DEL CÍRCULO

La historia oficial nos enseña que la civilización comenzó con la colonia española, antes éramos una suerte de behetría de salvajes, carentes de alma humana. Cinco mil años antes, como lo establecen Caral y la arqueóloga Ruth Shady, no sólo teníamos cultura y civilización, sino medios de producción y mercado, más sofisticados que en Europa.

¿Qué pasó entonces?
  
La causa principal de la catástrofe fue el colonialismo que lastró nuestra posibilidad de desarrollo autónomo con un sistema de explotación basado en el saqueo de nuestros recursos naturales y el robo sistemático de la plusvalía generada por nosotros  en casi 500 años de oprobio.

Ahora seguimos enganchados al mismo carro, pese al publicitado boom económico que afirman la derecha y el poder mediático cuyo pan de vida no se come en la mesa de los pobres.

¿Qué hacer entonces?

Tal vez lo primero que debemos hacer es darnos cuenta que el único modo de salir de perdedores es acceder a un gobierno de izquierda democrática con un proyecto que oscile entre lo deseable y lo posible.

Se nos ha pasado la vida tratando de soldar la unidad de la izquierda, siempre a contra mano de los políticos de oficio que nos entusiasman con sus cantos de sirena. 
 
La recordada Laura Caller acuño el slogan “curules o muerte”, para denunciar la casi imposible tarea de privilegiar la unidad de la izquierda, por encima de toda otra consideración.

Por eso, urgidos por la legítima aspiración de participar en un real y posible proyecto unitario, nos permitimos proponer a los compañeros que se consideran de izquierda, una reflexión para resolver la cuadratura del círculo a través de elecciones primarias, a fin de ganar el poder y el gobierno antes de patear el tablero.

A llorar al muro, parece consigna adecuada para esta hora difícil y sombría. Nos queda el torpe consuelo que lo señalamos a tiempo, aunque la autocrítica sea difícil de tragar para quienes nos jugamos enteros por el cambio sistémico que anhela el pueblo.

¿Qué pasó en la izquierda?

Es un hecho evidente el repunte de la derecha peruana y el agresivo rebrote de los residuos del Apra, del fujimorismo y otros representantes de la caverna que medra con la falta de un referente confiable de una izquierda unida. Aún es posible revertir la tendencia a partir de una autocrítica que nos involucre a todos. Nos mueve la certidumbre que la opción de izquierda es tal vez la última oportunidad que tenemos para disputar, en democracia, las posibilidades de gobierno y poder para realizar la Gran Transformación. Somos conscientes que el camino es recuperar la confianza perdida y relanzar, con acierto y humildad, el tema de la unidad de la izquierda, como base principal para ganar el proceso electoral el 2016.
              
Lejanos están los tiempos de la Izquierda Unida que, bajo el liderazgo de Alfonso Barrantes, se convirtió en la segunda fuerza política del Perú. No logramos acceder al gobierno por la falta de unidad, entre otras razones, por las ambiciones –legítimas o espurias— de los políticos de oficio. Después de muchas escaramuzas y diálogos fallidos, llegamos a la conclusión que era más fácil sacar agua de las piedras que sellar la unidad de la izquierda en un país fracturado por divergencias ideológicas, políticas y hasta étnicas. Sin embargo, persistimos en el empeño y creemos que aún es posible tentar la unidad y refundar el gran país de todas las sangres como lo definió don José María Arguedas.

Han aparecido, antes de tiempo, candidatos y aspirantes de toda casta y condición, dispuestos a “sacrificarse” por la causa y tentar aunque sea una candidatura distrital, regional o nacional bien provista de soles contantes y sonante (mejor si fueran euros). La avalancha amenaza convertirse en alud, y los “serios” y los “chistosos” comienzan a barajar nombres con anticipación digna de mejor causa. Los más voceados comienzan a desinflarse debido al desenfreno desatado.  La derecha, astuta y sin escrúpulos, quiere eliminar de la competencia a los que tienen algún chance, jugando el partido con la mano izquierda o con la zurda, para el caso es lo mismo.

Nos resistimos a dejar la cancha sin presentar combate. No sólo está en juego la permanencia de la izquierda orgánica, sino también la supervivencia de nuestro país, jaqueado por fuerzas oscuras que se mueven a la sombra del poder transnacional. La globalización, sucedáneo del desfasado vocablo “imperialismo”, sirve para nombrar a los parásitos que asolan nuestros  recursos naturales y la savia de nuestro pueblo. Creemos que aún existe una posibilidad de revertir la situación en democracia, antes de patear el tablero y resignarnos a la incertidumbre de la violencia extrema. Por ello, conscientes de la magnitud de la tarea, reflexionamos sobre lo deseable y lo posible en la nueva hora de los hornos que se avecina. Nuestra propuesta se inscribe en el marco de la utopía que aún es posible realizar, sin menoscabo alguno de la posibilidad política de nadie.

Somos conscientes que el comandante Ollanta Humala, ungido al gobierno nacional con el voto de la izquierda, olvidó, entre gallos y medianoche, su promesa electoral de La Gran Transformación. De su primer discurso quedan sólo las cenizas, aunque muchos se inclinan a edulcorar el recién volteretazo, como un paso necesario e inevitable para evitar un golpe de estado. Sea cierta o simple especulación de la calle, lo cierto es que la derecha ganó el envite desde el mismo momento en que las urnas dieron por ganador al líder del proyecto progresista. Pasado un año de la victoria popular, parece que los halcones han sacado las garras y se aprestan a encerrar a las palomas en mazmorras reales comenzando con los líderes de la izquierda, los sindicatos, los estudiantes, los jueces y hasta los burócratas, dorados o plateados, que lucran con el nuevo régimen.
.
También es un hecho indiscutible que “El Agua Sí y Oro No” de los primeros tiempos, se convirtió en una mercancía devaluada apenas el comandante juró en el Congreso con un discurso que reivindicaba la necesidad de volver a la Constitución de 1979. Sin embargo, apenas se extinguieron los aplausos,  la derecha tradicional, deseosa de mantener sus privilegios, encontró en el taciturno militar, su peón de brega con el fujimorismo, el Apra,  y las grandes empresas como principales operadores políticos del nuevo gobierno. Pero el mapa político de  América Latina ha comenzado a girar nuevamente hacia la izquierda con una inequívoca voluntad de cambio.

Los presidentes Hugo Chávez, pese a su preocupante estado de salud mantiene la vigencia del socialismo venezolano sin copia ni calco como quería Mariátegui; Evo Morales, el qolla que habla aymara pero entiende todos los idiomas, ha comenzado a recuperar los bienes arrebatados de su pueblo con pujanza inédita, a través de un proceso continuo de nacionalizaciones; José Mujica, el formidable viejo que puso en órbita el nombre de los tupamaros, se ha convertido en un símbolo de coraje y consecuencia y ha logrado consolidar su programa de cambio social y económico en el Uruguay; Dilma Rousseff la guerrillera que fue capaz de trocar sus cananas insurrectas por un proyecto alternativo, actualmente dirige la sexta economía del mundo; Rafael Correa acaba de inscribir su candidatura para un nuevo período de gobierno con el respaldo mayoritario del pueblo ecuatoriano; Cristina Kirchner, pese al asedio del poder mediático, sigue ganando batallas y consolida su liderazgo en La Argentina; Daniel Ortega, émulo aprovechado de Augusto César Sandino, el General de hombres libres, profundiza su Revolución en el Caribe; Raúl Castro, hermano de sangre y de lucha de Fidel, mantiene al tope las banderas del socialismo con los necesarios ajustes tácticos; así, pese a las arremetidas del poder transnacional, el signo distintivo de esta nueva hora de los hornos, mantiene intacta su opción política de izquierda, esta vez más democrática y más libre, como quería el Amauta.

El imperialismo norteamericano es un enemigo tenaz y experimentado, ducho en trapacerías y juegos sucios de todo tipo. Sólo la férrea unidad de las fuerzas progresistas, nacionalistas y patrióticas de nuestro país, será capaz de derrotar al enemigo de clase y de etnia y lograr La Gran Transformación en democracia. Por ello una agenda unitaria  es la única garantía del triunfo de la izquierda, a través de un proceso electoral donde participen partidos, grupos, organizaciones y personalidades con la fiscalización del propio Jurado Nacional de Elecciones y los organismos pertinentes del estado. El candidato de mayor fuerza  ganará la justa, en las primarias, y así tendremos uno solo  por quién votar, y nuestras posibilidades de triunfo crecerán exponencialmente. El más votado será ungido por la voluntad de  la izquierda y nadie podrá disputar su liderazgo, pues los que se excluyan del proceso y persistan en una actitud anti unitaria, quedarán maculados para siempre con el estigma de la traición.

Hermanos y hermanas:

Estamos al borde del desastre, las instituciones no funcionan, hay pobreza endémica, privilegios para los menos, corrupción en todos los niveles, desánimo generalizado, sensación de hartazgo y falta de liderazgo. Como lo denunció el apóstol, el Perú es un enfermo grave, por donde se camine mana la pus. La derecha tradicional, incapaz de remontar sus carencias históricas, ha producido este panorama sombrío: La producción de bienes se limita a utilizar las materias primas con un mínimo valor agregado, Los servicios son deficientes, la educación no sintoniza con el desarrollo científico y tecnológico, la cobertura de salud es una entelequia, se privatizan las funciones básicas del estado. El Perú es sujeto de pignoración o hurto desembozado, bajo el principio de que todo vale en el país del perro del hortelano.

La izquierda, la tradicional y la espuria, se limita a buscar acomodo para ganar las elecciones a través del mercado persa que se crea en período electoral. Los candidatos a cualquier sinecura siguen abonando el desprestigio del actual parlamento, creando condiciones para su clausura como ocurrió cuando “el chino de la esquina” cerró, entre gallos y medianoche, el Congreso que contó, además, con el beneplácito del pueblo. No podemos olvidar la secuela de muertos, heridos y desaparecidos, que significó la sangrienta aventura del dictador, hazaña perversa que estamos obligados a rechazar con toda nuestra energía unitaria. El golpe de estado que están propiciando tránsfugas y comechados al levantarse los sueldos con la aprobación, casi unánime, de la Cámara de Representantes, tal vez está gatillando el percutor de una nueva aventura golpista. Es objetivo histórico de la izquierda en su conjunto, revertir la tendencia, de lo contrario solo le quedará resignarse a la ignominia de convivir con el crimen organizado y con el crimen legal. La estadística del horror que dejó 70 mil cadáveres sigue en aumento, sin que hayan desaparecido las causas de tanto infortunio, atribuible  al propio estado y a la sociedad civil. No olvidemos que el odio cainita  se ceba con los más vulnerables como ocurrió en el pasado reciente.
 
Es de toda urgencia recuperar el tiempo perdido y crear un país posible en medio de la catástrofe. Hay que tener conciencia que el Perú ejerce soberanía absoluta sobre su territorio y sólo la necesidad de producir bienes materiales para desarrollar la industria, la agricultura, los bosques, la maricultura, la minería, el comercio, la cultura y el arte justifican sus actividades, en consonancia con el interés común. Por ello es imperativo que nos demos una Nueva Constitución y un Nuevo Contrato Social que resuelva nuestra permanencia como estado y país, a través de un proyecto capaz de recuperar la perdida grandeza que nos legaron los fundadores.

Aún quedan cuatro años para materializar la utopía, pero hay que tener conciencia de que todo proyecto unitario debe considerar como base  de  La Gran Transformación, sólo los aspectos esenciales con prescindencia de lo accesorio y banal. Proponemos los siguientes puntos para la discusión y el compromiso de la izquierda:

1.          El modelo económico debe priorizar el interés social al meramente productivo, comercial  y especulativo. La distribución del producto bruto debe ser potestativo del estado y del sector social, de acuerdo al interés común que le asignen las leyes, a fin de lograr un desarrollo armónico de todos los sectores.
2.          Los servicios esenciales deben ser prioritarios para lograr un rápido desarrollo cuantitativo y cualitativo, capaz de eliminar la pobreza en el mediano plazo. El estado debe dotar de los recursos necesarios a fin de lograr una educación de calidad, privilegiando las actividades de carácter científico necesarias para superar la brecha tecnológica. La salud es un tema prioritario para la población en su conjunto, tanto en calidad de servicios, infraestructura y acceso a la medicina científica y tradicional, en un país multinacional con diversos pisos ecológicos, y desarrollo desigual en todos los sectores. Nos proponemos priorizar programas sustentables para superar la crónica carencia de vivienda sobre todo en el ámbito rural.
3.          Será política de estado la recuperación del espacio perdido por la sobre explotación de bosques, pesca ilegal  y recursos naturales no renovables.
4.          Se convocará una Asamblea Constituyente destinada a la transformación del estado, regido por principios de equidad, justicia e igualdad de oportunidades para todos.
5.          La estrategia que proponemos será la de una pirámide invertida durante los próximos comicios, comenzando por la base: Las elecciones primarias se realizarán a nivel local, distrital y regional, a fin de alzarnos con la victoria en el 2016.
6.       Es imprescindible plantear a la ciudadanía un máximo de siete puntos que sinteticen el propósito estratégico de La Gran Transformación:

a.        Soberanía irrestricta del estado frente a la voracidad de las transnacionales
b.       Economía al servicio del pueblo, sin menoscabo del desarrollo cuantitativo y cualitativo del sector privado
c.        Educación de calidad de acuerdo al carácter multinacional y pluriétnico del país
d.       Salud de calidad para todos  
e.       Lucha frontal contra la corrupción en todos los sectores
f.         Seguridad social que garantice pensión y cesantía para cesantes y jubilados
g.        Relaciones de mutua seguridad y confianza con los pueblos de América Latina y del mundo   
Eso es lo esencial, lamentablemente aún prima el desenfreno político y el afán, casi patológico de agenciarse una curul a cualquier precio. Nos hemos convertido en los eternos perdedores cuya culpa la tenemos nosotros mismos. Casi es un signo trágico que nos agravia a todos y retrotrae a los peruanos y peruanas a las cavernas de la política. Es evidente que no supimos preservar la necesaria unidad de la izquierda, y no queda otra cosa que llorar como los perdedores que somos, esta recurrente desgracia nacional

Fico García y Pilar Roca

miércoles, 9 de enero de 2013

(2) LA CUADRATURA DEL CÍRCULO
La historia oficial nos enseña que la civilización comenzó con la colonia española, antes éramos una suerte de behetría de salvajes, carentes de alma humana. Cinco mil años antes, como lo establecen Caral y la arqueóloga Ruth Shady, no sólo teníamos cultura y civilización, sino medios de producción y mercado, más sofisticados que en Europa.
¿Qué pasó entonces?   
La causa principal de la catástrofe fue el colonialismo que lastró nuestra posibilidad de desarrollo autónomo con un sistema de explotación basado en el saqueo de nuestros recursos naturales y el robo sistemático de la plusvalía generada por nosotros  en casi 500 años de oprobio.
Ahora seguimos enganchados al mismo carro, pese al publicitado boom económico que afirman la derecha y el poder mediático cuyo pan de vida no se come en la mesa de los pobres.
¿Qué hacer entonces?
Tal vez lo primero que debemos hacer es darnos cuenta que el único modo de salir de perdedores es acceder a un gobierno de izquierda democrática con un proyecto que oscile entre lo deseable y lo posible.
Se nos ha pasado la vida tratando de soldar la unidad de la izquierda, siempre a contra mano de los políticos de oficio que nos entusiasman con sus cantos de sirena.  
La recordada Laura Caller acuño el slogan “curules o muerte”, para denunciar la casi imposible tarea de privilegiar la unidad de la izquierda, por encima de toda otra consideración.
Por eso, urgidos por la legítima aspiración de participar en un real y posible proyecto unitario, proponemos resolver la cuadratura del círculo a través de elecciones primarias, legítimas y transparentes, para ganar el poder y el gobierno antes de patear el tablero.
A llorar al muro, parece consigna adecuada para esta hora difícil y sombría. Nos queda el torpe consuelo que lo señalamos a tiempo, aunque la autocrítica sea difícil de tragar para quienes nos jugamos enteros por La Gran Transformación.
                                                 La última oportunidad
Es un hecho evidente el repunte de la derecha peruana y el agresivo rebrote de los residuos del Apra, del fujimorismo y otros representantes de la caverna que medra con la falta de un referente confiable de una izquierda unida. Aún es posible revertir la tendencia a partir de una autocrítica que nos involucre a todos. Nos mueve la certidumbre que la opción de izquierda es la última posibilidad que tenemos para disputar, democráticamente, las posibilidades de gobierno y de poder para realizar la Gran Transformación que el Perú necesita. Somos conscientes que el camino es recuperar la confianza perdida y relanzar, con acierto y humildad, el tema de la unidad, como propósito estratégico capaz de involucrarnos a todos.              
Lejanos están los tiempos de la Izquierda Unida que, bajo el liderazgo de Alfonso Barrantes, se convirtió en la segunda fuerza política del Perú. No logramos acceder al gobierno por la falta de unidad, entre otras razones, por las ambiciones –legítimas o espurias— de los políticos de oficio. Después de muchas escaramuzas y diálogos fallidos, llegamos a la conclusión que era más fácil sacar agua de las piedras que sellar la unidad del pueblo en un país fracturado por divergencias ideológicas, políticas y hasta étnicas. Sin embargo, persistimos en el empeño y creemos que aún es posible tentar la unidad de la izquierda y refundar el gran país de todas las sangres como lo planteó don José María Arguedas.
Han aparecido, antes de tiempo, candidatos y aspirantes de toda casta y condición, dispuestos a “sacrificarse” por la causa y tentar aunque sea una candidatura distrital, regional o nacional bien provista de soles contantes y sonante (mejor si fueran euros). La avalancha amenaza convertirse en alud, y los “serios” y los “chistosos” comienzan a barajar nombres con anticipación digna de mejor causa. Los más voceados han comenzado a desinflarse debido al desenfreno desatado.  La derecha, astuta y sin escrúpulos, quiere eliminar de la competencia a los que tienen algún chance, jugando el partido con la mano izquierda o con la zurda, para el caso es lo mismo.
Nos resistimos a dejar la cancha sin presentar combate. No sólo está en juego la permanencia de la izquierda orgánica, sino también la supervivencia de nuestro país, jaqueado por fuerzas oscuras que se mueven a la sombra del poder transnacional. La globalización, sucedáneo del desfasado vocablo “imperialismo”, sirve para nombrar a los parásitos que asolan nuestros  recursos naturales y la savia de nuestro pueblo. Creemos que aún existe una posibilidad de revertir la situación en democracia, antes de patear el tablero y resignarnos a la incertidumbre de la violencia extrema. Por ello, conscientes de la magnitud de la tarea, planteamos una reflexión sobre lo deseable y lo posible para lograr la unidad de las fuerzas de izquierda. Nuestra propuesta se inscribe en el marco de una utopía necesaria pero posible, sin menoscabar la posibilidad política de nadie.
Somos conscientes que el comandante Ollanta Humala, ungido al gobierno nacional con el voto de la izquierda, olvidó, entre gallos y medianoche, su promesa electoral de La Gran Transformación. De su primer discurso quedan sólo las cenizas, aunque muchos consideran que el primer deber de un mandatario es permanecer en el gobierno aunque, por ello, sea necesario dar un paso atrás para luego dar tres pasos adelante. Sea cierta o simple especulación de la calle, lo cierto es que la derecha ya apostó al golpe de estado desde el mismo momento en que las urnas dieron por ganador al líder del proyecto progresista. Pasado un año de la victoria popular, parece que los halcones han sacado las garras y se aprestan a encerrar a las palomas en mazmorras reales o mediáticas.
También es un hecho indiscutible que “El Agua Sí y Oro No” de los primeros tiempos, se convirtió en una mercancía devaluada apenas el comandante juró en el Congreso con un discurso que reivindicaba la necesidad de volver a la Constitución de 1979. Sin embargo, apenas se extinguieron los aplausos,  la derecha tradicional, deseosa de mantener sus privilegios, encontró en el taciturno militar, su peón de brega con el Apra, el fujimorismo,  y las grandes empresas como principales operadores políticos del nuevo gobierno. Pero el mapa político de  América Latina ha comenzado a girar nuevamente hacia la izquierda con una inequívoca voluntad de cambio.
Los presidentes Hugo Chávez, pese a su preocupante estado de salud mantiene la vigencia del socialismo venezolano sin copia ni calco como quería Mariátegui; Evo Morales, el qolla que habla aymara pero entiende todos los idiomas, ha comenzado a recuperar los bienes arrebatados de su pueblo con pujanza inédita, a través de un proceso continuo de nacionalizaciones; José Mujica, el formidable viejo que puso en órbita el nombre de los tupamaros, se ha convertido en un símbolo de coraje y consecuencia y ha logrado consolidar su programa de cambio social y económico en el Uruguay; Dilma Rousseff la guerrillera que fue capaz de trocar sus cananas insurrectas por un proyecto alternativo, actualmente dirige la sexta economía del mundo; Rafael Correa acaba de inscribir su candidatura para un nuevo período de gobierno con el respaldo mayoritario del pueblo ecuatoriano; Cristina Kirchner, pese al asedio del poder mediático, sigue ganando batallas y consolida su liderazgo en La Argentina; Daniel Ortega, émulo aprovechado de Augusto César Sandino, el General de hombres libres, profundiza su Revolución en el Caribe; Raúl Castro, hermano de sangre y de lucha de Fidel, mantiene al tope las banderas del socialismo con los necesarios ajustes tácticos; así, pese a las arremetidas del poder transnacional, el signo distintivo de esta nueva hora de los hornos, mantiene intacta su opción política de izquierda, esta vez más democrática y más libre, como quería el Amauta.
El imperialismo norteamericano es un enemigo tenaz y experimentado, ducho en trapacerías y juegos sucios de todo tipo. Sólo la férrea unidad de las fuerzas progresistas, nacionalistas y patrióticas de nuestro país, será capaz de derrotar al enemigo de clase y de etnia y lograr La Gran Transformación en democracia. Por ello una agenda unitaria  es la única garantía del triunfo de la izquierda, a través de un proceso electoral donde participen partidos, grupos, organizaciones y personalidades con la fiscalización del propio Jurado Nacional de Elecciones y los organismos pertinentes del estado. El candidato de mayor fuerza  ganará la justa, en las primarias, y así tendremos uno solo  por quién votar, y nuestras posibilidades de triunfo crecerán exponencialmente. El más votado será ungido por la voluntad de  la izquierda y nadie podrá disputar su liderazgo, pues los que se excluyan del proceso y persistan en una actitud anti unitaria, quedarán maculados para siempre con el estigma de la traición.
Hermanos y hermanas:
Estamos al borde del desastre, las instituciones no funcionan, hay pobreza endémica, privilegios para los menos, corrupción en todos los niveles, desánimo generalizado, sensación de hartazgo y falta de liderazgo. Como lo denunció el apóstol, el Perú es un enfermo grave, por donde se camine mana la pus. La derecha tradicional, incapaz de remontar sus carencias históricas, ha producido este panorama sombrío: La producción de bienes se limita a utilizar las materias primas con un mínimo valor agregado, Los servicios son deficientes, la educación no sintoniza con el desarrollo científico y tecnológico, la cobertura de salud es una entelequia, se privatizan las funciones básicas del estado. El Perú es sujeto de pignoración o hurto desembozado, bajo el principio de que todo vale en el país del perro del hortelano.
La izquierda, la tradicional y la espuria, se limita a buscar acomodo para ganar las elecciones a través del mercado persa que se crea en período electoral. Los candidatos a cualquier sinecura siguen abonando el desprestigio del actual parlamento, creando condiciones para su clausura como ocurrió cuando “el chino de la esquina” cerró, entre gallos y medianoche, el Congreso que contó, además, con el beneplácito del pueblo. No podemos olvidar la secuela de muertos, heridos y desaparecidos, que significó la sangrienta aventura del dictador, hazaña perversa que estamos obligados a rechazar con toda nuestra energía unitaria. El golpe de estado que están propiciando tránsfugas y comechados al levantarse los sueldos con la aprobación, casi unánime, de la Cámara de Representantes, tal vez está gatillando el percutor de una nueva aventura golpista. Es objetivo histórico de la izquierda en su conjunto, revertir la tendencia, de lo contrario solo le quedará resignarse a la ignominia de convivir con el crimen organizado y con el crimen legal. La estadística del horror que dejó 70 mil cadáveres sigue en aumento, sin que hayan desaparecido las causas de tanto infortunio, atribuible  al propio estado y a la sociedad civil. No olvidemos que el odio cainita  se ceba con los más vulnerables como ocurrió en el pasado reciente. 
Es de toda urgencia recuperar el tiempo perdido y crear un país posible en medio de la catástrofe. Hay que tener conciencia que el Perú ejerce soberanía absoluta sobre su territorio y sólo la necesidad de producir bienes materiales para desarrollar la industria, la agricultura, los bosques, la maricultura, la minería, el comercio, la cultura y el arte justifican sus actividades, en consonancia con el interés común. Por ello es imperativo que nos demos una Nueva Constitución y un Nuevo Contrato Social que resuelva nuestra permanencia como estado y país, a través de un proyecto capaz de recuperar la perdida grandeza que nos legaron los fundadores.
Aún quedan cuatro años para materializar la utopía, pero hay que tener conciencia de que todo proyecto unitario debe considerar como base  de  La Gran Transformación, sólo los aspectos esenciales con prescindencia de lo accesorio y banal. Proponemos los siguientes puntos para la discusión y el compromiso de la izquierda:
1.       El modelo económico debe priorizar el interés social al meramente productivo, comercial  y especulativo. La distribución del producto bruto debe ser potestativo del estado y del sector social, de acuerdo al interés común que le asignen las leyes, a fin de lograr un desarrollo armónico de todos los sectores.
2.       Los servicios esenciales deben ser prioritarios para lograr un rápido desarrollo cuantitativo y cualitativo, capaz de eliminar la pobreza en el mediano plazo. El estado debe dotar de los recursos necesarios a fin de lograr una educación de calidad, privilegiando las actividades de carácter científico necesarias para superar la brecha tecnológica. La salud es un tema prioritario para la población en su conjunto, tanto en calidad de servicios, infraestructura y acceso a la medicina científica y tradicional, en un país multinacional con diversos pisos ecológicos, y desarrollo desigual en todos los sectores. Nos proponemos priorizar programas sustentables para superar la crónica carencia de vivienda sobre todo en el ámbito rural.
3.       Será política de estado la recuperación del espacio perdido por la sobre explotación de bosques, pesca ilegal  y recursos naturales no renovables.
4.       Se convocará una Asamblea Constituyente destinada a la transformación del estado, regido por principios de equidad, justicia e igualdad de oportunidades para todos.
5.       La estrategia que proponemos será la de una pirámide invertida durante los próximos comicios, comenzando por la base: Las elecciones primarias se realizarán a nivel local, distrital y regional, a fin de alzarnos con la victoria en el 2016.
6.       Es imprescindible plantear a la ciudadanía un máximo de siete puntos que sinteticen el propósito estratégico de La Gran Transformación:

a.       Soberanía irrestricta del estado frente a la voracidad de las transnacionales
b.      Economía al servicio del pueblo, sin menoscabo del desarrollo cuantitativo y cualitativo del sector privado
c.       Educación de calidad de acuerdo al carácter multinacional y pluriétnico del país
d.      Salud de calidad para todos  
e.      Lucha frontal contra la corrupción en todos los sectores
f.        Seguridad social que garantice pensión y cesantía para cesantes y jubilados
g.       Relaciones de mutua seguridad y confianza con los pueblos de América Latina y del mundo   

Eso es lo esencial, lamentablemente aún prima el desenfreno político y el afán, casi patológico de agenciarse una curul a cualquier precio. Nos hemos convertido en los eternos perdedores cuya culpa la tenemos nosotros mismos. Casi es un signo trágico que nos agravia a todos y retrotrae a los peruanos y peruanas a las cavernas de la política. Es evidente que no supimos preservar la necesaria unidad de la izquierda, y no queda otra cosa que llorar como los perdedores que somos, esta recurrente desgracia nacional

Fico García y Pilar Roca

lunes, 7 de enero de 2013

(2) LA CUADRATURA DEL CÍRCULO
La historia oficial nos enseña que la civilización comenzó con la colonia española, antes éramos una suerte de behetría de salvajes, carentes de alma humana. Cinco mil años antes, como lo establecen Caral y la arqueóloga Ruth Shady, no sólo teníamos cultura y civilización, sino medios de producción y mercado, más sofisticados que en Europa.
¿Qué pasó entonces?   
La causa principal de la catástrofe fue el colonialismo que lastró nuestra posibilidad de desarrollo autónomo con un sistema de explotación basado en el saqueo de nuestros recursos naturales y el robo sistemático de la plusvalía generada por nosotros  en casi 500 años de oprobio.
Ahora seguimos enganchados al mismo carro, pese al publicitado boom económico que afirman la derecha y el poder mediático cuyo pan de vida no se come en la mesa de los pobres.
¿Qué hacer entonces?
Tal vez lo primero que debemos hacer es darnos cuenta que el único modo de salir de perdedores es acceder a un gobierno de izquierda democrática con un proyecto que oscile entre lo deseable y lo posible.
Se nos ha pasado la vida tratando de soldar la unidad de la izquierda, siempre a contra mano de los políticos de oficio que nos entusiasman con sus cantos de sirena.  
La recordada Laura Caller acuño el slogan “curules o muerte”, para denunciar la casi imposible tarea de privilegiar la unidad de la izquierda, por encima de toda otra consideración.
Por eso, urgidos por la legítima aspiración de participar en un real y posible proyecto unitario, proponemos resolver la cuadratura del círculo a través de elecciones primarias, legítimas y transparentes, para ganar el poder y el gobierno antes de patear el tablero.
A llorar al muro, parece consigna adecuada para esta hora difícil y sombría. Nos queda el torpe consuelo que lo señalamos a tiempo, aunque la autocrítica sea difícil de tragar para quienes nos jugamos enteros por La Gran Transformación.
                                                 La última oportunidad
Es un hecho evidente el repunte de la derecha peruana y el agresivo rebrote de los residuos del Apra, del fujimorismo y otros representantes de la caverna que medra con la falta de un referente confiable de una izquierda unida. Aún es posible revertir la tendencia a partir de una autocrítica que nos involucre a todos. Nos mueve la certidumbre que la opción de izquierda es la última posibilidad que tenemos para disputar, democráticamente, las posibilidades de gobierno y de poder para realizar la Gran Transformación que el Perú necesita. Somos conscientes que el camino es recuperar la confianza perdida y relanzar, con acierto y humildad, el tema de la unidad, como propósito estratégico capaz de involucrarnos a todos.              
Lejanos están los tiempos de la Izquierda Unida que, bajo el liderazgo de Alfonso Barrantes, se convirtió en la segunda fuerza política del Perú. No logramos acceder al gobierno por la falta de unidad, entre otras razones, por las ambiciones –legítimas o espurias— de los políticos de oficio. Después de muchas escaramuzas y diálogos fallidos, llegamos a la conclusión que era más fácil sacar agua de las piedras que sellar la unidad del pueblo en un país fracturado por divergencias ideológicas, políticas y hasta étnicas. Sin embargo, persistimos en el empeño y creemos que aún es posible tentar la unidad de la izquierda y refundar el gran país de todas las sangres como lo planteó don José María Arguedas.
Han aparecido, antes de tiempo, candidatos y aspirantes de toda casta y condición, dispuestos a “sacrificarse” por la causa y tentar aunque sea una candidatura distrital, regional o nacional bien provista de soles contantes y sonante (mejor si fueran euros). La avalancha amenaza convertirse en alud, y los “serios” y los “chistosos” comienzan a barajar nombres con anticipación digna de mejor causa. Los más voceados han comenzado a desinflarse debido al desenfreno desatado.  La derecha, astuta y sin escrúpulos, quiere eliminar de la competencia a los que tienen algún chance, jugando el partido con la mano izquierda o con la zurda, para el caso es lo mismo.
Nos resistimos a dejar la cancha sin presentar combate. No sólo está en juego la permanencia de la izquierda orgánica, sino también la supervivencia de nuestro país, jaqueado por fuerzas oscuras que se mueven a la sombra del poder transnacional. La globalización, sucedáneo del desfasado vocablo “imperialismo”, sirve para nombrar a los parásitos que asolan nuestros  recursos naturales y la savia de nuestro pueblo. Creemos que aún existe una posibilidad de revertir la situación en democracia, antes de patear el tablero y resignarnos a la incertidumbre de la violencia extrema. Por ello, conscientes de la magnitud de la tarea, planteamos una reflexión sobre lo deseable y lo posible para lograr la unidad de las fuerzas de izquierda. Nuestra propuesta se inscribe en el marco de una utopía necesaria pero posible, sin menoscabar la posibilidad política de nadie.
Somos conscientes que el comandante Ollanta Humala, ungido al gobierno nacional con el voto de la izquierda, olvidó, entre gallos y medianoche, su promesa electoral de La Gran Transformación. De su primer discurso quedan sólo las cenizas, aunque muchos consideran que el primer deber de un mandatario es permanecer en el gobierno aunque, por ello, sea necesario dar un paso atrás para luego dar tres pasos adelante. Sea cierta o simple especulación de la calle, lo cierto es que la derecha ya apostó al golpe de estado desde el mismo momento en que las urnas dieron por ganador al líder del proyecto progresista. Pasado un año de la victoria popular, parece que los halcones han sacado las garras y se aprestan a encerrar a las palomas en mazmorras reales o mediáticas.
También es un hecho indiscutible que “El Agua Sí y Oro No” de los primeros tiempos, se convirtió en una mercancía devaluada apenas el comandante juró en el Congreso con un discurso que reivindicaba la necesidad de volver a la Constitución de 1979. Sin embargo, apenas se extinguieron los aplausos,  la derecha tradicional, deseosa de mantener sus privilegios, encontró en el taciturno militar, su peón de brega con el Apra, el fujimorismo,  y las grandes empresas como principales operadores políticos del nuevo gobierno. Pero el mapa político de  América Latina ha comenzado a girar nuevamente hacia la izquierda con una inequívoca voluntad de cambio.
Los presidentes Hugo Chávez, pese a su preocupante estado de salud mantiene la vigencia del socialismo venezolano sin copia ni calco como quería Mariátegui; Evo Morales, el qolla que habla aymara pero entiende todos los idiomas, ha comenzado a recuperar los bienes arrebatados de su pueblo con pujanza inédita, a través de un proceso continuo de nacionalizaciones; José Mujica, el formidable viejo que puso en órbita el nombre de los tupamaros, se ha convertido en un símbolo de coraje y consecuencia y ha logrado consolidar su programa de cambio social y económico en el Uruguay; Dilma Rousseff la guerrillera que fue capaz de trocar sus cananas insurrectas por un proyecto alternativo, actualmente dirige la sexta economía del mundo; Rafael Correa acaba de inscribir su candidatura para un nuevo período de gobierno con el respaldo mayoritario del pueblo ecuatoriano; Cristina Kirchner, pese al asedio del poder mediático, sigue ganando batallas y consolida su liderazgo en La Argentina; Daniel Ortega, émulo aprovechado de Augusto César Sandino, el General de hombres libres, profundiza su Revolución en el Caribe; Raúl Castro, hermano de sangre y de lucha de Fidel, mantiene al tope las banderas del socialismo con los necesarios ajustes tácticos; así, pese a las arremetidas del poder transnacional, el signo distintivo de esta nueva hora de los hornos, mantiene intacta su opción política de izquierda, esta vez más democrática y más libre, como quería el Amauta.
El imperialismo norteamericano es un enemigo tenaz y experimentado, ducho en trapacerías y juegos sucios de todo tipo. Sólo la férrea unidad de las fuerzas progresistas, nacionalistas y patrióticas de nuestro país, será capaz de derrotar al enemigo de clase y de etnia y lograr La Gran Transformación en democracia. Por ello una agenda unitaria  es la única garantía del triunfo de la izquierda, a través de un proceso electoral donde participen partidos, grupos, organizaciones y personalidades con la fiscalización del propio Jurado Nacional de Elecciones y los organismos pertinentes del estado. El candidato de mayor fuerza  ganará la justa, en las primarias, y así tendremos uno solo  por quién votar, y nuestras posibilidades de triunfo crecerán exponencialmente. El más votado será ungido por la voluntad de  la izquierda y nadie podrá disputar su liderazgo, pues los que se excluyan del proceso y persistan en una actitud anti unitaria, quedarán maculados para siempre con el estigma de la traición.
Hermanos y hermanas:
Estamos al borde del desastre, las instituciones no funcionan, hay pobreza endémica, privilegios para los menos, corrupción en todos los niveles, desánimo generalizado, sensación de hartazgo y falta de liderazgo. Como lo denunció el apóstol, el Perú es un enfermo grave, por donde se camine mana la pus. La derecha tradicional, incapaz de remontar sus carencias históricas, ha producido este panorama sombrío: La producción de bienes se limita a utilizar las materias primas con un mínimo valor agregado, Los servicios son deficientes, la educación no sintoniza con el desarrollo científico y tecnológico, la cobertura de salud es una entelequia, se privatizan las funciones básicas del estado. El Perú es sujeto de pignoración o hurto desembozado, bajo el principio de que todo vale en el país del perro del hortelano.
La izquierda, la tradicional y la espuria, se limita a buscar acomodo para ganar las elecciones a través del mercado persa que se crea en período electoral. Los candidatos a cualquier sinecura siguen abonando el desprestigio del actual parlamento, creando condiciones para su clausura como ocurrió cuando “el chino de la esquina” cerró, entre gallos y medianoche, el Congreso que contó, además, con el beneplácito del pueblo. No podemos olvidar la secuela de muertos, heridos y desaparecidos, que significó la sangrienta aventura del dictador, hazaña perversa que estamos obligados a rechazar con toda nuestra energía unitaria. El golpe de estado que están propiciando tránsfugas y comechados al levantarse los sueldos con la aprobación, casi unánime, de la Cámara de Representantes, tal vez está gatillando el percutor de una nueva aventura golpista. Es objetivo histórico de la izquierda en su conjunto, revertir la tendencia, de lo contrario solo le quedará resignarse a la ignominia de convivir con el crimen organizado y con el crimen legal. La estadística del horror que dejó 70 mil cadáveres sigue en aumento, sin que hayan desaparecido las causas de tanto infortunio, atribuible  al propio estado y a la sociedad civil. No olvidemos que el odio cainita  se ceba con los más vulnerables como ocurrió en el pasado reciente. 
Es de toda urgencia recuperar el tiempo perdido y crear un país posible en medio de la catástrofe. Hay que tener conciencia que el Perú ejerce soberanía absoluta sobre su territorio y sólo la necesidad de producir bienes materiales para desarrollar la industria, la agricultura, los bosques, la maricultura, la minería, el comercio, la cultura y el arte justifican sus actividades, en consonancia con el interés común. Por ello es imperativo que nos demos una Nueva Constitución y un Nuevo Contrato Social que resuelva nuestra permanencia como estado y país, a través de un proyecto capaz de recuperar la perdida grandeza que nos legaron los fundadores.
Aún quedan cuatro años para materializar la utopía, pero hay que tener conciencia de que todo proyecto unitario debe considerar como base  de  La Gran Transformación, sólo los aspectos esenciales con prescindencia de lo accesorio y banal. Proponemos los siguientes puntos para la discusión y el compromiso de la izquierda:
1.       El modelo económico debe priorizar el interés social al meramente productivo, comercial  y especulativo. La distribución del producto bruto debe ser potestativo del estado y del sector social, de acuerdo al interés común que le asignen las leyes, a fin de lograr un desarrollo armónico de todos los sectores.
2.       Los servicios esenciales deben ser prioritarios para lograr un rápido desarrollo cuantitativo y cualitativo, capaz de eliminar la pobreza en el mediano plazo. El estado debe dotar de los recursos necesarios a fin de lograr una educación de calidad, privilegiando las actividades de carácter científico necesarias para superar la brecha tecnológica. La salud es un tema prioritario para la población en su conjunto, tanto en calidad de servicios, infraestructura y acceso a la medicina científica y tradicional, en un país multinacional con diversos pisos ecológicos, y desarrollo desigual en todos los sectores. Nos proponemos priorizar programas sustentables para superar la crónica carencia de vivienda sobre todo en el ámbito rural.
3.       Será política de estado la recuperación del espacio perdido por la sobre explotación de bosques, pesca ilegal  y recursos naturales no renovables.
4.       Se convocará una Asamblea Constituyente destinada a la transformación del estado, regido por principios de equidad, justicia e igualdad de oportunidades para todos.
5.       La estrategia que proponemos será la de una pirámide invertida durante los próximos comicios, comenzando por la base: Las elecciones primarias se realizarán a nivel local, distrital y regional, a fin de alzarnos con la victoria en el 2016.
6.       Es imprescindible plantear a la ciudadanía un máximo de siete puntos que sinteticen el propósito estratégico de La Gran Transformación:

a.       Soberanía irrestricta del estado frente a la voracidad de las transnacionales
b.      Economía al servicio del pueblo, sin menoscabo del desarrollo cuantitativo y cualitativo del sector privado
c.       Educación de calidad de acuerdo al carácter multinacional y pluriétnico del país
d.      Salud de calidad para todos  
e.      Lucha frontal contra la corrupción en todos los sectores
f.        Seguridad social que garantice pensión y cesantía para cesantes y jubilados
g.       Relaciones de mutua seguridad y confianza con los pueblos de América Latina y del mundo   

Eso es lo esencial, lamentablemente aún prima el desenfreno político y el afán, casi patológico de agenciarse una curul a cualquier precio. Nos hemos convertido en los eternos perdedores cuya culpa la tenemos nosotros mismos. Casi es un signo trágico que nos agravia a todos y retrotrae a los peruanos y peruanas a las cavernas de la política. Es evidente que no supimos preservar la necesaria unidad de la izquierda, y no queda otra cosa que llorar como los perdedores que somos, esta recurrente desgracia nacional

Fico García y Pilar Roca